La Etnografía de la fiesta
de la Virgen de la Salud de Fregenal de la Sierra
La Etnografía de la fiesta
de la Virgen de la Salud de Fregenal de la Sierra
La festividad de la Virgen de la Salud, a cuya advocación se encuentra adscrita la danza, tiene lugar el día 8 de septiembre, aunque desde el día 30 de agosto hasta el 7 de septiembre, al amanecer, el tamborilero en solitario recorre las calles y plazas de la población interpretando el “pasacalles”, una de las cuatro partes musicales de que consta la pieza y deteniéndose en la puerta de los hermanos cofrades donde ejecuta un fragmento de la música de la danza. Durante todo su recorrido es seguido por una muchedumbre de chiquillos que alborotados danzan al son del tambor el conocido como “Viva Bartolo”, que no es otra cosa que una improvisación desenfadada y jocosa de la danza. Al atardecer, cuando cesan los rigores del calor, el tamborilero reanuda su recorrido, que finaliza poco antes de que dé comienzo la novena que se celebra en honor de la titular de la fiesta en la Iglesia de Santa Catalina.
El día 6 de septiembre, al finalizar la novena, se desarrolla “El Rosario”, cuya finalidad es visitar el domicilio de una parte de los hermanos cofrades. Esta comitiva va precedida por el Pendón de la Hermandad, el Sacerdote, los miembros de la Junta de Gobierno que portan los faroles y un nutrido número de fieles que los acompaña. Al llegar a la puerta de cada hermano, previamente señalada con una luz y un pequeño altar en el zaguán de la casa, el tamborilero y la comitiva entonan “El Rosario”. Antiguamente la finalidad de este Rosario era la de reconfortar espiritualmente a los hermanos cofrades impedidos, aquellos que, por estar aquejados de alguna enfermedad, no podían asistir a los actos religiosos.
El día 7, la víspera de la celebración central, en los alrededores de la Iglesia de Santa Catalina tienen lugar diversos actos festivos y religiosos. En la puerta del templo se instala la mesa de subastas que se nutre de los obsequios que la feligresía lleva a la Hermandad para su posterior subasta y contribuir así al mantenimiento económico de la misma. La repostería local, los vinos de “pitarra”, objetos de artesanía, aves de corral, productos de la huerta y del cerdo ibérico son los géneros que habitualmente se ofrecen.
Una orquesta suele amenizar la verbena hasta que, en torno a la media noche, numerosos tambores irrumpen en la plaza acompañando a grupos de improvisados “lanzaores”, compuestos por jóvenes que no dejarán de danzar hasta el amanecer. Al toque de los tambores se une el acompañamiento de las campanas que imitan la melodía, fundiéndose con el gozo y la participación masiva del vecindario.
En torno a las cinco de la madrugada, el tamborilero en solitario inicia “La Alborada”, un toque cadencioso que sirve para llamar a los hermanos cofrades a la misa de alba y para recoger a los “lanzaores” en sus respectivos domicilios, a cuya comitiva se van uniendo en silencio después de haber pasado más de cinco horas de laboriosos cosidos en sus ropajes auxiliados por madres, esposas y familiares.
Cercana las siete de la mañana, llegan a la puerta del templo donde todavía quedan los improvisados “lanzaores” y sus tamborileros, pero en este momento una actitud respetuosa se impone a la fiesta y deja paso a la solemnidad del comienzo de los actos religiosos. Una vez finalizada la misa, “los lanzaores” ejecutan su primera danza ante la Virgen de la Salud en un templo abarrotado de gente, que acompaña y vitorea con palmas al ritmo que marca el tambor y la gaita.
Finalizado el acto religioso, y después de un ligero ágape a base de perrunillas y aguardiente, “los lanzaores” y el tamborilero acompañado por los alcaldes de vara, que son miembros de la propia Hermandad, inician su largo peregrinar por toda la población al ritmo del “pasacalles”, para llegar a casa de los hermanos donde ejecutarán un fragmento de la danza y ser obsequiados con propinas, refrescos y licores.
Más de setecientas veces se ejecuta la danza, tantas como hermanos tiene la Hermandad, en un recorrido que da comienzo en torno a las ocho de la mañana y no termina hasta cercanas las cinco de la tarde.
Tras un breve descanso para reponer fuerzas, de nuevo los ocho “lanzaores” capitaneados por el guion y acompañados por los tamborileros, reinician la agotadora marcha, ahora sumándose a la procesión de la titular de la fiesta en un recorrido que realizan danzando de espalda, siempre de cara al paso procesional, que se prolonga durante casi cuatro horas y en la que participan mayoritariamente los vecinos de la localidad, hasta llegar a la puerta del templo en cuyo lugar la muchedumbre que abarrota la plaza, espera el momento más emotivo de la fiesta, la despedida que “los lanzaores” ofrecen a la Virgen ejecutando nuevamente la danza, fundiéndose de nuevo el sonido de las campanas del templo con el ritmo del tambor y los vítores de la gente. Los hombres de la danza que durante casi doce horas han soportado un calvario voluntario, muestran ahora sin rubor su cansancio cercano a la extenuación, pero aún, en el templo, al finalizar la misa, deberán dar otra “rebotá” de despedida ante la imagen venerada.
Existe de antiguo un acto -el concordato de 1853 hace referencia a él- que está separado de la liturgia festiva de septiembre y que tiene lugar el día dos de febrero, fiesta de La Candelaria. Consiste en la bendición de las velas y en procesionar por los alrededores del templo la imagen de la Virgen de la Salud. Algunas personas mayores nos han relatado que antiguamente se decía esta retahíla al finalizar la procesión: “Si por la Candelaria plora, ya está el invierno fora. Si no plora, ni dentro ni fora”. Finaliza con la celebración de la eucaristía, y al término de esta, tiene lugar la Junta General de hermanos.
Conoce la historia sobre la tradición de los Lanzaores de Fregenal de la Sierra.
Entienda los movimientos de la danza de los Lanzaores.
Descubre la vestimenta que utilizan en la danza de Fregenal de la Sierra.